El publico eufórico daba palmas haciendo que nuestro himno sonara cada vez mas alto, la canción era perfecta y en ese instante el sonido de los tambores anunciaban el momento, momento que todos habíamos esperado, ella con su gorro, su pañuelo y su guitarra, el con unos dedos rápidos que se perdían entra las teclas del teclado. Ellos hacían que entre lo acompañamientos surgiera el solo. La gente emocionada no daba crédito a lo que escuchaba, a lo que veía. Algo maravilloso aquel grupo 30 chicos de tan solo 15 años que hacían que un puñado de instrumentos rugieran a la vez dando lugar a aquella maravillosa canción. Todos ellos concentrados poniendo el corazón en lo que hacían sin equivocaciones. algo perfecto. Pero nada dura para siempre y la canción estaba acabando, y justo llego el abrazo algo inesperado el pilar que unía a todo el grupo el hombre que había hecho que 30 chicos hicieran música se acerco a ella la persona que ignorando a la gente que decía que no podría tocar el solo había luchado consigo misma para sacarlo a flote y la estrecho en sus brazos en ese momento una bomba de aplausos estallo de todas partes de la sala y todos los que habían permanecido en sus instrumentos se lanzaron a unirse a ese abrazo y lanzara a esa especie de dios hecho hombre que les había enseñado música por los aires. Un día que ninguno de nosotros olvidara nunca el día que enseñamos al mundo nuestro trabajo.
UN VEINTIUNO DE JUNIO DE DOSMILONCE
No hay comentarios:
Publicar un comentario