Primero decir que yo no he escrito esta carta pero me ha llegado al corazón y he decidido compartirlo aquí pero os dejo también el link del original (http://clandestinodeactores.com/laplacenta/carta-a-janis-joplin/) y al escritor solo darle las gracias por estas bellas palabras.!!
Querida Janis; Ya han pasado unos cuantos, demasiados, años desde que te fuiste. Siento decirte que el mundo no ha ido a mejor, como esperabas. Más bien lo contrario. Tus amigos, tu gente, querían cambiar el mundo y estaban dispuestos a jugarse la vida por ello. Hoy la mayoría simplemente se contenta con llegar a fin de mes, aunque nunca pierdo la esperanza y, de vez en cuando, en los ojos de la gente que sale a protestar, a defender sus derechos y su dignidad, veo aquel rayo de luz que iluminaba tu mirada: la luz de la libertad. Así que, ya ves, muchos seguimos estando en las batallas, en todas las batallas, pero es que hay tantas… De vez en cuando, de lejos, me llega tu canción, esa forma tan única y tan tuya de cantar el blues, de vivir el blues, porque, cuando cantabas vivías tus canciones, no podías hacerlo de otra manera. Eras un grito de libertad, un grito que no se ha apagado jamás. Tu vida fue breve, te fuiste con 27, como Jim, como Jimi, como James, Kurt, Amy y tantos y tantos otros…pero no te fuiste sin habervivido, porque tú viviste todas las vidas. Y fueron muchas. Cada encuentro, cada mirada, cada abrazo es una invitación a vivir una nueva vida, y tú no dejaste escapar ninguna. Siempre viviste todo intensa, muy intensamente: la amistad, el amor, la música… Mucha gente no te entendió. Les diste miedo, asustaste sus férreas y tradicionales conciencias. La libertad asusta. Recuerdo cuando se escandalizaban hablando de tu bisexualidad que, para ti, no era otra cosa que la sexualidad. Nunca escondiste que entre tus amantes hubo más mujeres que hombres, porque esa era tu forma de amar. Lo compartías todo con ellos y con ellas, te entregabas por completo, les dabas un trozo de tu corazón. Solo les ponías una condición: que al amanecer no lo estropearan y te dejaran seguir tu camino. Amabas el amor como pocos los han hecho, pero todavía era más fuerte tu necesidad de libertad.
El tuyo fue el tiempo de la revolución de las flores, de la reivindicación del amor y de la vuelta a las raíces. Vosotros, los hippies, con vuestras flores y vuestros colores, lo inundasteis todo. Fuisteis un soplo de esperanza en un mundo triste, aburrido, y gris. Vietnam os despertó y os empujó a buscar nuevos caminos. Vuestras melenas, vuestras flores y vuestras músicas salieron a la carretera, a todas las carreteras. Grecia, India, Marruecos o Turquía se llenaron del color de vuestra bandera sin bandera. Atrás quedaron las barras y las estrellas, las cruces y los mástiles, vosotros fuisteis vuestra propia bandera, una bandera de todos los colores que ondeó a todos los vientos.
Te preguntarás qué queda hoy de todo aquello. La verdad es que no mucho, Janis: solo unas imágenes que todavía nos hacen soñar en que otro mundo, un mundo basado en el amor, la justicia y libertad, aún es posible. Y también nos queda vuestra música, esa música con la que rompisteis todas las fronteras. Siempre me llamó la atención que precisamente vosotros, que propugnabais la vuelta a la naturaleza, fuerais la generación que incorporó la guitarra eléctrica llevándola a alcanzar unas cotas jamás superadas. Quizá lo hicisteis porque entendíais que los adelantos del progreso no tenían que ser necesariamente enemigos de aquella nueva espiritualidad que trajisteis.
La semilla de espiritualidad que plantasteis ha sido, quizá, la mejor herencia que nos habéis dejado. Nos acercasteis al budismo, al hinduismo, a esas otras formas de entender y de vivir la vida que se apartan del comprar y el consumir que todo y a todos nos domina. Nos ayudasteis a llenar el vacío que impera en nuestra sociedad. Sí, esa, junto a vuestra música y vuestra imagen tan libre, ha sido vuestra herencia. Buscasteis la felicidad. Algunos, como tú, lo hicisteis por un camino duro y peligroso. El caballo, ese siniestro viaje a ninguna parte, se os llevó a muchos por delante. Demasiados. No se lo perdono. ¿Quién te dio aquella última dosis tan pura que no pudiste resistir? Fuisteis muchos los que caísteis aquella semana. Nadie pagó por ello. Solo vosotros, con vuestras vidas y nosotros, todos nosotros, con el terrible vacío de vuestra ausencia.
El amigo Leonard fue uno de tus amantes, como, en cierta medida, lo fuimos todos. Poco después de que te fueras te escribió una canción. Es una canción que habla de aquella noche de amor intenso que pasasteis en el Chelsea Hotel de Nueva York. Durante muchos años empezó todos sus conciertos con tu canción. Aún hoy muchas veces lo sigue haciendo. La vida os unió aquella noche y esa canción es el hijo que no tuvisteis, ese precioso hijo que nos recuerda que nacemos para amar y que vivimos para amar, porque nada hay más importante que el amor.
Tu desgarrada voz me habla de los mundos que pudieron ser, de esos mundos de paz, de amor y libertad que perdimos por miedo, por cobardía o quizá simplemente porque nunca nos atrevimos a buscarlos. Puede que no lo creas, pero cuando te escucho cantar son muchas las veces que no puedo evitar que las lágrimas empiecen a caer por mis mejillas. Son lágrimas de pena, de rabia infinita porque la muerte se enamorara de ti cuando apenas habías cumplido los 27, pero también son lágrimas de alegría, de la inmensa alegría que me da recordar que hubo personas dispuestas a vivir intensamente la búsqueda de la felicidad y de la libertad. Y son de alegría porque también hoy las veo caminando codo a codo por las calles, en las manifestaciones, en los barrios, en las asambleas, tendiendo su mano abierta a quienes más la necesitan. Otro mundo es posible y ahora, más que nunca, es necesario encontrarlo, y también ahora, más que nunca, lo tenemos muy cerca, al alcance de la mano. Todos los velos han caído, todas las mentiras han quedado al descubierto. Solo falta que nos levantemos y echemos a andar con la cabeza alta y la mirada al frente, con el corazón lleno para compartirlo con el amigo, con la mano vacía para tenderla al enemigo. Esa es mi esperanza, Janis. Ya ves que no cambiamos, que seguimos creyendo en la utopía, que seguimos luchando por lo imposible. Nos han machacado, nos han pisoteado, se han meado encima de nosotros, pero no hemos dejado que nos roben nuestros sueños, esos sueños que pronto harán amanecer el nuevo día.